El cóndor pasa la noche refugiado en cuevas u oquedades que se abren en los riscos y por la mañana no se apresura en abandonar su albergue, espera a que el sol salga por completo. A menudo, con las alas semi-extendidas, expone su plumaje al calor de los rayos del sol. Estos baños de soles mañaneros son especialmente necesarios cuando se han humedecido sus plumas. El planeo es el vuelo típico del cóndor y el aleteo queda circunscrito a lo imprescindible como el despegue del suelo, el aterrizaje, las persecuciones y el impulso necesario en lo alto, cuando las corrientes de aire no facilitan lo suficiente el ascenso. Remonta a grandes alturas y planea, a menudo describiendo círculos. Cuando localiza el alimento comienza a descender de inmediato, describiendo círculos cada vez más cerrados, hasta llegar a la tierra. El alimento se va acumulando en su gran buche, donde se separa la carne de los huesos, los pelos o las plumas. Éstos serán regurgitados luego, por lo general al día siguiente, en forma de bolos. En los lugares en los que la especie abunda no es raro que se formen bandadas y, aunque la regla es que la búsqueda del alimento sea solitaria, es común que cuando alguno da con una presa grande se acerquen los demás y entre todos compartan el alimento. Por su función de carroñero es una pieza importante del equilibrio de los ecosistemas que forma parte y sumamente útil para la salud de muchos animales, ya que al consumir rápidamente los cadáveres elimina focos de infección. Es interesante destacar que el nombre Cathartidae, que designa a la familia de aves que incluye al cóndor, deriva del vocablo griego “kathartes” que significa “el que limpia”.